28 jun 2015

LA QUE SE VIENE


La Aurora, en Benito Juárez


Parte 1


La alianza entre productor y agrónomo, y un nuevo paradigma sobre cómo independizarse del modelo transgénico para hacer agricultura sana.

El productor Juan Kiehr y el ingeniero Eduardo Cerdá organizaron un esquema agroecológico de producción, con mejores resultados que los campos dependientes de insumos de las corporaciones agroquímicas.

Implantes mamarios fondos buitres precio de los jugadores de fútbol guerras sin tregua concursos de cocina internas políticas divorcio en la farándula torturas para la paz premios instantáneos homicidios por bicicletas virus asesino tráfico de efedrina mes del niño pedófilos abusadores minería a cielo abierto boliches con prostíbulos despidos en cuotas todo para tu hogar editoriales apocalípticos beneficios exclusivos incertidumbre global tratamientos de belleza noticias verdaderas y falsas y avisos y operaciones de prensa y palabras palabras palabras.

Allí, junto a un tractor está Juan Kiehr, 71 años, manos grandes de trabajar en el campo, botas de cana alta, sombrero de ala corta, productor agropecuario que concibió un proyecto casi épico a esta altura de la historia: vivir tranquilo.  Si se levanta la vista del diario, el paisaje desde la ventanilla del micro es un océano de campos sojeros que se cruza a 90 km por hora por la Ruta 3, hasta que se llega a Benito Juárez, 15.000 habitantes, Capital de la Amistad, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires. Y luego a un campo de 650 hectáreas llamado La Aurora. Otro paisaje y otras palabras.

La 4x4 y la F100


Juan Kiehr es nieto de daneses, cordial, hospitalario y con tendencia a la perseverancia: se casó una sola vez, hace más de 40 años, con la suiza Erna Klöti, tiene dos hijas, y no anda en una vulgar 4x4, sino en su F100 que cumplió 47 años y una cantidad incierta de mundos recorridos, ya que hace mucho se le rompió el cuentakilómetros. “Y si tengo que viajar uso el Mégane, que es una joyita.

En la F100 llegamos a una loma desde la que se ve el campo en perspectiva. Cuenta con su voz cascada y Serena: “Esto era de mi padre. Yo me hice cargo en 1981 cuando el falleció. Los primeros años seguí un poco la corriente, como cualquier productor. Pero el tiempo, sobre todo en los últimos 15 a 20 años, me mostró lo que producen los agro tóxicos en el suelo, y eso sumado a las estadísticas de lo que se usa en Argentina, es una cosa escalofriante”.

No habla para convencer a nadie, solo cuenta su experiencia. Pensé: no quiero dejarle un cadáver a los que me sucedan. Quiero que este campo quede tan bien o mejor que como lo encontré. No me sumo a ese modo de trabajar.


Otro programa de acción: “Tengo como una alergia psicológica a trabajar con venenos. No es que tenga miedo a manejarlos, pero veo lo que le hacen al suelo y al agua, cosas muy difíciles de recomponer. Y yo estaba aquí con mi familia. No quería eso para el lugar en el que vivimos”.

Algo más: “Para colmo, todos esos productos son carísimos. Y como van perdiendo su efecto, tener que usar cada vez más. Empezaron con 2 litros por hectárea, y ya están en 12 ö 14.0 sea: gastar más, envenenar más, para obtener lo mismo”.
Juan tenía otro sueño resbaladizo: vivir, en lo posible, sin sobresaltos económicos. “Que a la familia no le falte. Uno trabaja todo lo que puede porque es el rol de la paternidad con responsabilidad, digo yo. No es decir: me voy a pescar y que se arreglen”.

Corazón + rentabilidad


Rumiaba Juan sus proyectos cuando su camino se cruzó con el de un ingeniero agrónomo, Eduardo Cerdá, que desde 1990 asesoraba a varios productores de la zona organizados como cooperativa. El grupo se fue desmantelando por distintas razones, fallecimientos (cáncer), miradas diferentes sobre cómo trabajar el campo. Desde 1997, poco después de la apertura menemista al modelo transgénico El productor Juan Kiehr y el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá organizaron un esquema agroecológico de producción, con mejores resultados que los campos dependientes de insumos de las corporaciones agroquímicas vía aprobación del uso del glifosato solicitada por Monsanto, Eduardo se convirtió en asesor de Juan.

Cerdá había estudiado en La Plata, donde conoció al ingeniero agrónomo Santiago Sarandón, profesor de la Cátedra de Cereales, de la que Cerdá fue adjunto. Sarandón (MU de julio) venia tratando de encontrarle un sentido a su carrera, más allá del estereotipo de una agronomía reducida a aplicar recetas y recomendar productos químicos, y creó la primera cátedra de Agroecología del país, ciencia que combina la agronomía con la ecología.
Definición técnica:Agroecología es la aplicación de conceptos y principios ecológicos en el diseño y la gestión de agro ecosistemas sostenibles. La agroecología aprovecha los procesos naturales de las interacciones que se producen en la finca con el fin de reducir el uso de insumos externos y mejorar la eficiencia biológica de los sistemas de cultivo.
Los insumos externos son los herbicidas, plaguicidas, fertilizantes y demás inventos de la industria química, que crearon la superstición de que es imposible trabajar sin su uso masivo, sumado a los cultivos transgénicos como soja, maíz, colza, girasol, algodón y arroz.

Cerdá venía con este equipaje de ideas sobre la agroecología que hacia fines de los 90 chocaba con un territorio cada vez más inundado de fumigaciones masivas y monocultivo de soja transgénica. “El argumento de la agroecología era teórico, pero no adaptado a situaciones productivas concretas, sobre todo en esta zona.”

En la zona, a Juan le fertilizaban la desconfianza: “Venían ingenieros agrónomos que en realidad son vendedores de productos. A lo mejor no tienen otra alternativa que esa, pero al productor lo endulzan, lo llevan de la nariz como a una vaca de exposición, le regalan una gorrita, le hablan de tecnología de punta para vender productos y maquinarias, todo un aparato propagandístico que se ve en Chacra o Clarín Rural (folletería de venta libre). Abre sus manos: “Uno es un agricultor, no un explotador agropecuario. Pero es como una vorágine que le quieren hacer sentir: estás en la tecnología que te venden, o sos un pobre atrasado. No quiero acusar a nadie por lo que hace, pero no es cierto que eso sea lo único ni lo mejor que hay. Y además, ¿quién es el que se beneficia en serio? ¿El productor, o las empresas que fabrican y publicitan todo eso?”

A nivel nacional, la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE) señaló que el consumo de pesticidas aumentó 858% en las últimas dos décadas, la superficie cultivada solo en un 50% y el rendimiento de los cultivos un 30% (dato de la Red Universitaria de Ambiente y Salud). El negocio que encabezan corporaciones como Syngenta, Bayer y Monsanto significó la aplicación de 317 millones de litros de pesticidas en Argentina durante la campaña 2012/13 (200 millones de glifosato), con una facturación de 2.381 millones de dólares.

En La Aurora, en cambio, había recorridas por los lotes en la F100, charlas que armonizaban con lo que Cerdá traía de la facultad con lo que Kiehr sabía del suelo. No fue un cambio de un día para el otro, sino de una vida para la otra. El campo se fue rediseñando agroecológicamente, con gente capaz de tener el corazón, la cabeza y los pies en la tierra.

El corazón, porque es el campo familiar que Juan heredo, ama, y que dejará a los suyos.

La cabeza, para pensar cómo gestionarlo de un modo que no empobrezca o mate el suelo, ni sea un peligro para los ser.es vivos, incluyendo a los humanos.
Y los pies en la tierra, para que ese trabajo valorice el campo en lugar de vampirizarlo, y permita una producción que, además, sea eficiente y rentable.

Solo queda pendiente un pequeño detalle: ¿cómo se hace?

Continúa abajo


Texto: tomado de Revista Mu de agosto 2014, páginas 12 y 13.
Fotos: Revista Mu de agosto 2014; Ing. Eduardo Cerdá
Traducción al alemán: Ruth Schwittay

WAS DA KOMMT


La Aurora, in Benito Juárez


Das Bündnis zwischen Landwirt und Agronom, und dazu ein neues Paradigma, hinsichtlich des vom Transgenmodell unabhängig zu werden für eine gesunde Landwirtschaft.

1. Teil 

Der Landwirt Juan Kiehr und der Ingenieur Eduardo Cerdá haben ein agroökologisches Produktionsschema organisiert, mit besseren Resultaten als die von den Inputs der agrochemischen Konzerne abhängigen Felder.

Brustimplantate Geierfonds Fußballspielerpreise pausenlose Kriege Kochwettbewerbe politische Machtkämpfe Scheidungen im Showbusiness Folter für den Frieden Sofortgewinne Totschlag für Fahrräder Mörderviren Ephedrin-Handel Monat des Kindes pädophile Verführer Tagebau Tavernen mit Bordellen Entlassungen in Raten alles für dein Heim apokalyptische Leitartikel exklusive Vorteile globale Ungewissheit Schönheitsbehandlungen wahre und falsche Nachrichten und Mitteilungen und Presseaktionen und Worte, Worte, Worte und noch mehr Worte.

Dort, neben einem Traktor, steht Juan Kiehr, 71 Jahre alt, große Hände von der Arbeit auf dem Feld, hochschaftige Stiefel, Hut mir schmaler Krempe, ein Landwirt, der ein an diesem Punkt der Geschichte fast episches Projekt konzipiert hat: in Ruhe zu leben. Wen man den Blick von der Zeitung erhebt, ist die aus dem Busfenster zu sehende Landschaft ein Ozean von Sojafeldern, an denen man mit 90 km pro Stunde auf der Landstraße 3 vorbeifährt, über die man nach Benito Juárez, 400 Kilometer südlich von Buenos Aires, 15.000 Einwohner, Hauptstadt der Freundschaft genannt, gelangt. Und dann Ländereien von 650 Hektar, La Aurora genannt. Eine andere Landschaft und andere Worte.

Der 4x4-LKW und der F100
Juan Kiehr ist Enkel von Dänen, herzlich, gastfreundlich und ausdaueranfällig: Er hat nur einmal geheiratet, vor mehr als 40 Jahren, mit der Schweizerin Erna Klöti, hat zwei Töchter, und fährt keinen Allradantrieb-LKW, sondern seinen F100, der schon 47 Jahre alt geworden ist und eine ungewisse Reihe von zurückgelegten Welten, es ist schon lange her, dass der Kilometerzähler kaputt ist. „Und wenn ich verreise, benutze ich den Mégane, das ein richtiges Schmuckstück ist.“

Mit dem F100 kommen wir auf eine Höhe, von der aus man das Feld in Perspektive sehen kann. Mit seiner etwas brüchigen und ruhigen Stimme erzählt er: „Dies gehörte meinem Vater. Ich habe es 1981 übernommen, als er starb. Während der ersten Jahre bin ich mit dem Strom geschwommen, wie irgendein Landwirt. Aber die Zeit, besonders während der letzten 15 bis 20 Jahren, hat mit gezeigt, was die Pestiziden dem Boden antun, und dies zusammen mit den Statistiken von dem, was in Argentinien benutzt wird, ergibt eine beängstigende Sache.“

Er möchte niemand überzeugen, er erzählt nur seine Erfahrungen. Ich dachte mir: Ich will meinen Nachfolgern keine Leiche zurúcklassen. Ich möchte diese Felder genau so o noch besser als ich sie vorgefunden habe überlassen. Ich mache mit dieser Arbeitsart nicht mehr mit.

Ein anderes Aktionsprogramm: „Ich habe eine psychologische Allergie gegen das Arbeiten mit Giftstoffen. Nicht, dass ich Angst hätte, sie zu handhaben, aber ich sehe, was sie mit dem Boden und dem Wasser anstellen, alles nur schwer wieder herzustellen. Und ich befand mich hier mit meiner Familie. Ich wollte dies nicht für den Ort an dem wir leben.“

Und noch etwas: „Dazu kommt, dass all diese Produkte sehr teuer sind. Und da sie allmählich ihre Wirkung verlieren, muss immer mehr angewandt werden. Begonnen wurde mit 2 Liter pro Hektar, und jetzt sind es schon 12 oder 14. Also: Mehr ausgeben, mehr vergiften, um immer dasselbe zu bekommen.“
Juan hatte noch einen etwas schlüpfrigen Traum: Möglichst ohne wirtschaftliche Engpässe zu leben. „Dass der Familie nichts fehle. Man arbeitet so viel man kann, denn es ist die Roller einer verantwortungsvollen Vaterschaft, meine ich. Es geht nicht darum, zu sagen: Ich gehe angeln und sollen sie doch sehen, wie sie fertig werden.“

Herz + Rentabilität


Juan knobelte an seinen Projekten, als er einem Ingenieur der Agrarwissenschaften über den Weg lief, Eduardo Cerdá, der seit 1990 mehrere als Genossenschaft organisierte Landwirte der Umgebung beriet. Die Gruppe brach aus verschiedenen Gründen nach und nach auseinander, Todesfälle (Krebs), unterschiedliche Ansichten über die Arbeit auf dem Feld. Seit 1997, kurz nach der menemistischen Öffnung für das transgene Modell, organisierten der Landwirt Juan Kiehr und der Ingenieur in Agrarwissenschaften Eduardo Cerdá ein agroökologisches Produktionsschema, mit besseren Resultaten als die von den Inputs der agrochemischen Konzernen abhängigen Feldern, mittels der von Monsanto beantragten Genehmigung der Anwendung des Glyphosats, wurde Eduardo Juans Berater.

Cerdá hatte in La Plata studiert, wo er den Ingenieur in Agrarwissenschaften Santiago Sarandón kennen lernte, Professor des Lehrstuhls für Getreide, von dem Cerdá Hilfsdozent wurde. Sarandón (Siehe Juliausgabe von MU) war auf der Suche, einen Sinn für seine Karriere zu finden, der über das Stereotyp einer auf eine die Anwendung von Rezepten und das Empfehlen von chemischen Produkten reduzierte Landwirtschaftskunde hinaus ging, und schuf den ersten Lehrstuhl für Agroökologie im Land, eine Wissenschaft, die Agronomie und Ökologie miteinander verbindet.
Technische Definition:
 Agroökonlogie ist die Anwendung ökologischer Konzepte und Grundlagen bei der Gestaltung und dem Management von nachhaltigen Agro-Ökosystemen. Die Agroökologie nutzt die natürlichen Prozesse der Interaktionen auf dem Anwesen, mit dem Ziel, die Anwendung von externen Inputs zu vermeiden und die biologische Effizienz der Anbausysteme zu verbessern. 
Die externen Inputs sind die Herbiziden, Pestiziden, Düngemittel und sonstige Erfindungen der Chemie-Industrie, die den Aberglaube geschaffen haben, es sei unmöglich ohne ihre massive Anwendung zu arbeiten, wozu dann noch die GM-Bepflanzungen von Soja, Mais, Raps, Sonnenblumen, Baumwolle und Reis kommen.
Cerdá kam mit diesem Gepäck von Ideen über die Agroökologie an, die gegen Ende der 90er Jahren mit einem immer mehr vom massiven Besprühen und der Soja-Monokultur überschwemmten Land aufeinander prallte. „Das Argument der Agroökologie war von theoretischer Art, aber nicht konkreten produktiven Situationen angepasst, besonders in dieser Zone.“

In der Zone feuerten sie Juans Misstrauen an: „Es kamen Agronomen, die in Wirklichkeit Produktanbieter waren. Vielleicht haben sie keine andere Möglichkeit als diese, aber sie versüßten dem Landwirt die Sache, sie führten ihn an der Nase herum, wie man einen Ochsen zur Ausstellung führt, sie schenken ihm ein Mützchen, reden von Spitzentechnologie auf ihn ein, um ihm Produkte und Maschinen anzudrehen, ein großer Werbeapparat, so wie er in Chacra oder Clarin Rural (frei zu kaufende Hefte) zu finden ist. 

Er zeigt seine offenen Hände: „Man ist ein Bauer, nicht ein landwirtschaftlicher Ausbeuter. Aber es ist wie ein Strudel, in den man hineingezogen werden soll: du bist mit der Technologie, die sie dir verkaufen, oder du bist ein armer Zurückgebliebener. Ich möchte niemand, für das, was er macht, bezichtigen, aber es ist nicht wahr, dass dies ist weder das Einzige noch das Beste, was man tun kann. Und außerdem, wer profitiert eigentlich wirklich davon? Der Landwirt oder die Unternehmen die all das herstellen und bewerben?“

Auf nationaler Ebene wies die Kammer für Landwirtschaftliche Gesundheit und Düngemittel [Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE.)] darauf hin, dass der Konsum von Pestiziden um 858 % in den letzten zwei Jahrzehnten gestiegen ist, die angebaute Oberfläche aber nur 50 % und die Ernteergebnisse um 30 % (Daten des Universitätsnetzwerk für Umwelt und Gesundheit [Red Universitaria de Ambiente y Salud]). Das von Konzernen wie Syngenta, Bayer und Monsanto angeführte Geschäft bestand aus dem Einsatz in Argentinien von 317 Millionen Liter Pestiziden während der Kampagne 2012/2013 (200 Millionen von Glyphosat), mit einem Umsatz von 2.381 Millionen US Dollar.

Auf La Aurora dagegen gab es Rundfahrten in der F100, Gespräche, die das, was Cerdá von der Fakultät mitbrachte, mit dem, was Juan vom Boden wusste harmonisierten. Es war kein Wechsel von einem Tag zum anderen, sondern von einer Lebensweise zu einer anderen. Die Felder wurden landwirtschaftlich neu gestaltet, mit Menschen, die in der Lage sind, das Herz, den Kopf und die Füße auf der Erde zu haben.

Das Herz, weil es das familiäre Feld war, das Juan geerbt hat, liebt und den Seinen zurück lassen wird.

Der Kopf, um darüber nachzudenken, wie es am besten verwaltet, damit der Boden weder ausgelaugt oder abgetötet wird, noch eine Gefahr für die Lebewesen darstellt, inklusive die Menschen.

Und die Füße auf der Erde, damit diese Arbeit das Feld aufwertet, statt es zu verteufeln, und stattdessen eine Produktion ermöglicht, die außerdem effizient und rentabel ist.

 Es fehlt also nur noch ein kleines Detail: Wie macht man so etwas?

Weiter unten

Text: aus derZeitschrift „Mu. El periódico de lavaca“, August 2014.
Fotos: „Mu. El periódico de lavaca“, August 2014; Ing. Eduardo Cerdá.
Übersetzung ins Deutsche: Ruth Schwittay

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