LOS WICHI DEL CHACO ARGENTINO
Excelente artículo que cuenta cómo viven los Wichis en el
impenetrable chaqueño y que permite apreciar como nuestros gobernantes olvidan
(o desprecian) a los argentinos más puros que tenemos, nuestros
indígenas.
Muchas veces seguramente hemos visto las películas yanquis
que muestran el exterminio de sus indios (pieles rojas, sioux, apaches, etc.) y
expresamos "que hijos de puta como los acababan", sin embargo acá a
los nuestros los acabamos con el abandono a los que los somete la clase
gobernante, que únicamente se acuerda de ellos cuando falta poco para las
elecciones y tiene que ir a buscar los votos y a los cuales inclusive se les va
día a día arrasando y despojando el territorio donde viven desde hace cientos de
años.
Seguramente hay gente que piensan a ellos les gusta vivir
así, están acostumbrados, siempre vivieron de ese modo pero esto no es así, la
civilización no existe para esta gente, porque al Estado al que todos
contribuimos con nuestros impuestos, no les interesan porque no les producen
ningún rédito político a la vez que no les generan inconvenientes, no tienen
ninguna representatividad y obviamente menos reclaman, menos le dan.
Desolación, pobreza y abandono son algunas de las imágenes
que impactan durante el recorrido por las comunidades aborígenes de la seca,
pulverulenta y espinosa zona de El Impenetrable.
Los Vichí (o también wichi) es la comunidad aborigen que
vive en El Impenetrable, zona que lleva ese nombre debido al espinoso monte
-con árboles imponentes como el quebracho- , así como por la carencia de agua
que dificultaba el ingreso del blanco. En la actualidad, la zona ha sido
arrasada para sacar su madera y los wichis sobreviven al avasallamiento
cultural de una sociedad que los rechaza y desprecia luego de apropiarse de sus
tierras.
Cerca 40 mil argentinos son wichis. Constituyen la segunda
comunidad indígena más importante del chaco salteño, en el nordeste del país,
de acuerdo a datos de la Red Agroforestal Chaco-Argentina (REDAF), organización
civil sin fines de lucro que trabaja junto a comunidades indígenas y campesinos
en la defensa de los recursos naturales.
Los wichis son la única y última cultura
recolectora-cazadora que en Argentina se dedican a la cría de animales pequeños
(cabras, cerdos), la caza, la pesca y la recolección de frutos del monte. El
monte es la vida, allí viven, comen, crían sus hijos y mueren. Es difícil la
vida de un wichi sin el monte. Los wichis son pacíficos, no violentos, no
gritan, son tímidos. Se mueven en bicicleta o caminan mucho. Andan en animales
pequeños como el burro.
Tienen su propia lengua que los anglicanos pasaron a la
forma escrita. La comunidad realiza el culto en su lengua, existe la Biblia en
wichi. El culto Wichí es un sincretismo: con apariencia católica expresan sus
formas religiosas tradicionales.
La constitución familiar es la familia extensa, es decir:
abuelos, hijos y yernos. Cuando el grupo es grande se separan en pequeños
grupos; son monógamos.
La presencia del blanco en la zona con sus pautas
culturales, ha impuesto a las mujeres a no andar desnudas, por eso, hoy se
visten con camisa de mangas larga y pañuelos.
La estructura tradicional de la comunidad se ha modificado,
no existe el cacique, existen dirigentes que son presidentes de asociaciones y
movimientos en defensa de la cultura aborigen como ser el “Movimiento por la
Dignidad, Justicia y Paz”.
Colonia Nueva Pompeya es un pueblo ubicado a 300 kilómetros
de Resistencia, capital del Chaco, allí, en el paraje Atento vive Eusebio
Núñez, un hombre que sus 59 años marcaron más huellas que las debidas.
Eusebio recuerda que al llegar al lugar, no había nada, sólo
la escuela y la iglesia. Habla del pasado, de su padre (miembro de la iglesia
franciscana) y del cacique Francisco Supaz, un reconocido maestro wichi de la
zona. Recuerda a sus antepasados como los que sobrevivieron “la Pompeya”.
Cuenta como a su abuelo los criollos ataron sus manos y
piernas con lazos y lo tuvieron detenido dos semanas, sólo por ser wichi.
Eusebio se pregunta por qué el gobierno no manda trabajo o algún representante
para hablar con ellos.
Acostumbrado a su tragedia cotidiana, describe la costumbre
de no tener nada y aguantar. Como sus ancestros, su vida consiste en resistir a
su implacable destino.
Eusebio muestra orgulloso su amarillento documento que tiene
desde el año 1969 y dice: “Soy argentino nativo, tengo documento”.
Eusebio y su familia (su mujer, hijos y nietos) crían
algunos animales como chanchos y gallinas, también acostumbran a cazar
(marisquear) iguanas, quirquinchos, chanchos del monte y a sembrar maíz y
zapallo.
Como la mayoría de las familias del lugar, la vida los
castiga con un hijo muerto, en este caso por diarrea. Comenta que bebían agua
de la laguna cercana o agua de lluvia que juntaban en recipientes. Describe los
problemas con el agua, la sequía infinita, y sabiamente lo resumen en una
frase: “vivimos sufriendo el agua”. Desafiando el luto, con la aceptación de
todo lo que sucede, saben que lo torcido y lo derecho terminan por enfilar en
un solo rumbo.
Ya casi al final de la charla se acerca su mujer, Albertina
Polo, con la cual se conocen desde hace 30 años. Tímidamente ofrece artesanías
que realizan las mujeres de la familia con el “yaguar”, planta de la zona con
la que tejen bolsos, adornos, cortinas.
Una especie de desolación invade la escena desde el fondo,
que se insinúa en torno a Eusebio y su familia que están allí reclamando sin
decir nada, justicia y dignidad.
Elena Calerno y su familia viven en Pozo del Toba, en una
casa construida por los Hermanos Maristas en 1969 en una propiedad comunitaria
cercana a Nueva Pompeya. Sus 59 años marcaron con rigor el paso del tiempo.
Tiene nueve hijos y muchos nietos. Ahora toman agua de lluvia que mantienen en
el aljibe remplazando el agua del charco cercano que tantos problemas les
trajo. Ella realiza artesanías tejidas con yaguar y cuenta que viajó a Entre
Ríos a venderlas y logró volver con sesenta pesos. “Nos hacen falta alimentos”,
nos dice, mientras apuesta a una respuesta diferente al silencio y a las
ausencias dadas por políticos y dirigentes.
En el paraje Palo Flojar la desolación es aún mayor,
empezando por lo difícil del camino que lo une a Nueva Pompeya, ubicada a diez
kilómetros. Para llegar al paraje se debe atravesar un camino de picadas que no
permite la llegada de autos comunes. Hay cerca de cinco casas en la que viven
tres familias por casa. Todos hablan wichi y sólo pocos español, todos están
descalzos.
Misec González tiene 70 años, es alto y arrugado, fuma
cigarrillos inventados en papel de diario, tiene diez hijos y vive de la caza
en el monte. Debido a lo inaccesible del camino el médico tardó más de la
cuenta cuando se lo necesitaba con urgencia luego que una víbora picara a uno
de ellos.
Los niños no van a la escuela debido a la lejanía y
dificultad del camino. Nos comentan que cada tanto vienen a desinfectar las
casas de adobe para combatir la presencia de vinchucas, no lográndose el
intento debido a que dos personas del paraje tienen la enfermedad de Chagas.
También tienen un aljibe construido en el año 2006 por el gobierno donde
almacenan agua de lluvia.
Entre troncos, catres, ropa gastada, perros, impresiona el
calendario que han dibujado en los troncos que sostienen el techo de barro de
una de las casas. Los contrastes también están presentes en este paraje, donde
emergen paneles solares en algunas de las casas que pueden pagar 20 pesos por
mes durante tres años, más los 50 pesos de instalación. Más que nunca las
imágenes muestran que todas sus opciones están cerradas, mientras esperan una
oportunidad a través de los años.
Sauzalito es otro pueblo remoto de El Impenetrable, a 500
kilómetros de Resistencia. El barrio Puerta del Sol surgió del feroz desmonte
avasallante. En viviendas primitivas hechas con palos, “nylones” y camas
deshechas, transcurre la vida de tres familias (18 personas y 15 niños), que
soportan inclemencias climáticas y los olvidos políticos.
Aniceto Segundo se lamenta de su enfermedad en la columna
que le impide trabajar y espera una casita de cuatro por tres metros del plan
“Vivir Mejor”, que por sorteo, pueda torcer su trágico destino. Cuenta que no
reciben beneficios sociales, ni alimentos de ningún tipo y que las ayudas
llegan sólo al centro del pueblo. Los chicos comen en la escuela y ellos,
frutos y animales del monte.
Allí también vive Calisto García y su familia. Uno de sus
siete hijos, Carlos, es discapacitado, tiene siete años y transita
dificultosamente por la vida en una deteriorada silla de ruedas con una rara
enfermedad llamada “huesos cristal”, que se potencia ante la falta de calcio y
leche. Las ausencias se sienten cuando la ambulancia no llega a buscarlo para
llevarlo al hospital. Un extraño engrudo fermentado espera ser cocinado en un
fuego que parece no apagarse nunca, mientras esperan el agua que la trae cada
tanto el municipio para llenar un aljibe que la sequía y el calor de febrero evaporaran
más de la cuenta.
Muy cercano a ellos vive Dionisio Polo y su mujer. Ella
parece mirar un universo redimido mientras mantiene con esfuerzo su mano caída.
Las vinchucas, dice Dionisio, salen en cantidades por las noches. Ellos tienen
Chagas y para completar el ciclo de la muerte, los médicos del hospital no los
atienden como es debido. “No hay trabajo”, dice, “pero sí demasiadas mentiras”.
Allí, donde los dedos se enciman y los caminos de la tierra están bloqueados,
no parece nada fácil estar vivo.
Joaquina vive a la vuelta de Dionisio. Son diez los que
viven en la casa, juntan el agua de lluvia en el aljibe y algo más que alguna
vez trae el municipio. Modesta es su madre, tiene 74 difíciles años y serios
problemas en la vista que los médicos parecen no resolver. La casa es de adobe
y las goteras se sienten los días de lluvia, así como las vinchucas en la
noche. Nunca vienen a desinfectar la vivienda, pero “sí nos hacen firmar
papeles”, dice Joaquina.
Plantan algo de zapallo, maíz, sandía que no alcanza cubrir
la alimentación diaria. No hay semillas, sólo le dan muy pocas al año. No hay
luz eléctrica en la zona y las víboras coral son una amenaza constante que
intentan ahuyentar quemando palo santo. Antes les daban alimentos en los
bolsones de comida que reparten en el centro, actualmente no reciben nada
porque los encargados de distribuirlos parecen estar muy ocupados.
Joaquina conoce el engaño mil veces aceptado: los llamados
planes “Vivir Mejor” les tocan siempre a los criollos. Acostumbrada, cuenta
como uno de sus hijos, de un año y medio, se ahogó en el pozo de agua en un
descuido suyo. En este Impenetrable profundo, el instante es decisivo y la
muerte, sin aplazar su tarea, pasa con más frecuencia que la debida.
Sin embargo, no todo está perdido. Recientemente, el
silencio y la domesticación que ha sojuzgado a la comunidad wichi durante
siglos se ha visto dramáticamente modificado mediante un reclamo esbozado en un
petitorio que es algo más que una declaración de principios. En el petitorio se
solicitaba el retiro de médicos del hospital de Nueva Pompeya y del juez de
paz, debido a los maltratos, humillaciones y desprecios ejercidos por estos
hacia los integrantes de la comunidad wichi.
La ruta se vio afectada durante siete días por un corte
realizado por los wichis que dijeron basta a las humillaciones e injusticias.
La respuesta del gobierno fue enviar bolsones con alimentos y dar licencia a
los médicos del hospital que olvidaron su juramento hipocrático y así calmar
los ánimos de una comunidad avasallada.
Actualmente se están distribuyendo los bolsones de alimentos
mediante un listado de familias que es controlada por los integrantes de la
comunidad. El petitorio clama por la igualdad, por el derecho a la salud, a los
medicamentos, a la educación, al agua potable, entre otras cosas.
Una especie de triunfo de la comunidad wichi irrumpe en este
mundo equivocado, que demanda una respuesta a través de sus ojos que miran
ávidamente dispuestos a todo.
Pero, ¿podrán solo sus manos darle a esta historia un final
diferente?
Por Leda Giannuzzi (*) | Desde Roque Sáenz Peña, Argentina
09|04|2009
(*) La autora de esta nota es Dra. En Química, integrante de
la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UNLP.
http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4277
Tomado de:
http://www.taringa.net/posts/info/2444273/Los-Wichi-del-Chaco-Argentino.html
Traducción al alemán: Ruth Schwittay
Fotos:
https://www.google.com.ar/imgres?imgurl=http%3A%2F%2Fblog.guiaruralargentina.com%2Fwp-content%2Fuploads%2F2010%2F11%2Fparque-nacional-chaco-turismo-monte-humedo-el-impenetrable-guia-rural-argentina.jpg&imgrefurl=http%3A%2F%2Fwww.taringa.net%2Fcomunidades%2Fblanconegro%2F2618355%2FEl-cajon-flamenco-vuela-al-Impenetrable-Chaco-Argentina.html&docid=vFer0QsiKVU08M&tbnid=XmTmX1Krwj4prM%3A&w=630&h=400&ei=NKOrUbLCM9Lh0wGx8YCICA&ved=0CAIQxiAwAA&iact=rics
DIE WICHIS IM ARGENTINISCHEN CHACO
Ein interessanter Artikel, in dem erzählt wird, wie die
Wichis im El Impenetrable in Chaco leben. Man kann sehen, wie unsere
Regierenden die echtesten Argentinier, die wir nur haben können, unsere
Ureinwohner, einfach vergessen.
Wahrscheinlich haben wir öfters nordamerikanische Filme
gesehen, die die Vertilgung der Indianer dort zeigen (Rothäute, Siux, Apachen,
usw.) und meist wir meinen dazu, „was für Bastarde; wie sie mit ihnen Schluss
machen“, aber hier erledigen wir unsere Urvölker durch die Vernachlässigung
unserer herrschenden Klasse, die an sie nur kurz vor den Wahlen denkt und
deswegen ihre Stimmen aufsucht, und deren Gebiet, auf dem sie seit
Jahrhunderten leben, Tag für Tag geplündert und beraubt wird.
Es gibt sicherlich Leute, die meinen, dass sie gerne so leben,
sie seien daran gewöhnt, aber dem ist nicht so. Unsere so genannte Zivilisation
existiert für diese Menschen nicht, denn der Staat, den wir alle erhalten,
interessiert sich nicht für sie; sie bringen den Politikern nichts und erzeugen
auch keine Nachteile. Sie haben keinerlei Repräsentativität und je weniger sie
verlangen, desto weniger bekommen sie.
Verwüstung, Armut, Verlassenheit sind einige der Bilder, die
während der Fahrt durch die Ureinwohnergemeinden des trockenen, staubigen und
stacheligen Gebietes des El Impenetrable auf uns einwirken.
Die Wichí (oder auch Wichi)
ist das Ureinwohnervolk, das im El Impenetrable [Der Undurchdringliche]
lebt, ein Gebiet, das diesen Namen wegen des stacheligen Buschs – mit
imponierenden Bäumen wie der Quebrachoholzbaum (Schinopsis balansae) – trägt,
sowie auch wegen dem Wassermangel, was alles zusammen das Eindringen des Weißen
erschwert hat. Heute wird das Gebiet zerstört, um gutes Hartholz zu gewinnen
und dem Wichi-Volk bleibt nicht anderes übrig, als während der kulturellen
Unterjochung einer Gesellschaft, die sie zurückweist und verachtet, aber sich
ihrer Erde bemächtigt haben, das Überleben zu versuchen.
Laut Daten des Red Agroforestal Chaco-Argentina (REDAF),
eine zivile gemeinnützige Organisation, die mit den Ureinwohnern und den
Kleinbauern für den Schutz der Naturressourcen arbeitet, sind ca. 40.000
Argentinier Wichis. Es ist das zweitgrößte Ureinwohnervolk vom Chaco in Salta,
im Nordosten des Landes.
Die Wichi sind die einzige Sammler-Jäger-Kultur, die sich in
Argentinien der Zucht von kleinen Tieren widmen (Ziegen, Schweine); dazu jagen, fischen sie und sammeln Früchte
im Busch. Der Busch ist das Leben selbst für sie, dort leben, essen sie, dort
ziehen sie ihre Kinder auf und dort sterben sie. Es ist fast unmöglich, sich
das Leben eines Wichi ohne den Busch vorzustellen. Die Wichis sind friedlich,
nicht gewalttätig, sie schreien nicht, sind eher schüchtern. Sie bewegen sich
auf dem Rad fort oder gehen viel zu Fuß. Auch nutzen sie dazu kleinere Lasttiere
wie Esel.
Sie haben eine eigene Sprache, die die Anglikaner zu einer
Schriftsprache gemacht haben. Die Gemeinden machen Gottesdienste in ihrer
Sprache. Es gibt die Bibel in der Wichi-Sprache. Der Wichi-Gottesdienst ist ein
Synkretismus: Obwohl katholischen Anscheins, drücken sie dort in Wirklichkeit
ihre traditionellen religiösen Formen aus.
Die Familienzusammensetzung ist die einer Großfamilie, also:
Großeltern, Kinder und Schwiegerkinder. Wenn die Gruppe zu groß ist, teilen sie
sich in kleinere Gruppen auf. Sie sind Monogam.
Die Weißen im Gebiet haben mit ihren kulturellen Vorgaben
den Frauen verboten, nackt zu gehen, darum kleiden sie sich heute mit
langarmigen Hemden und Tüchern.
Die traditionelle Struktur der Gemeinschaft hat sich
verändert; es gibt keinen Häuptling mehr, aber es geben Führungskräfte, die
Vorsitzende von Verbänden und Bewegungen zur Verteidigung der
Ureinwohner-Kulturen sind, wie die „Bewegung für Würde, Gerechtigkeit und
Frieden“ [„Movimiento por la Dignidad, Justicia y Paz“].
Colonia Nueva Pompeya ist ein 300 Kilometer von Resistencia,
Hauptstadt der Provinz Chaco, entfernter Ort. Dort, im Fleckchen mit Namen
Atento, lebt Eusebio Núñez, ein Mann, in den seinen 59 Jahren mehr Spuren als
nötig hinterlassen haben.
Eusebio erinnert sich daran, dass es am Ort fast nichts gab,
als er zum ersten Mal hierher kam, nur die Schule und die Kirche. Er spricht
von der Vergangenheit, von seinem Vater (Mitglied der Franziskanerkirche) und
vom Häuptling Francisco Supaz, ein im Gebiet anerkannter Wichi-Lehrer. Er
erinnert sich an seine Vorfahren als an diejenigen, die „la Pompeya“ überlebt
haben.
Er erzählt, wie man seinen Großvater an Händen und Füßen mit
Lassos gefesselt hat, um ihn dann zwei Wochen lang gefangen zu halten, nur weil
er Wichi war. Eusebio fragt sich, warum die Regierung gar keine Arbeit schafft
oder wenigstens einen Vertreter schickt, um mit ihnen zu reden.
Er ist seine tägliche Tragödie gewohnt. Er beschreibt diese Gewohnheit, nichts zu haben
und trotzdem durchzuhalten. Wie bei seinen Vorfahren, besteht sein Leben
daraus, seinem unerbittlichen Schicksal die Stirn zu bieten.
Eusebio zeigt stolz seinen gelblichen Personalausweis, der
noch von 1969 stammt, und sagt: „Ich bin gebürtiger Argentinier, ich habe
Personalausweis“.
Eusebio und seine Familie (seine Frau, Kinder und Enkel)
halten einige Tiere, wie Schweine und Hühner; sie gehen auch regelmäßig zur
Jagd auf Leguane, Gürteltiere, Wildschweine, u. a. und säen Mais und
Kürbis.
Wie die meisten Familien am Ort, trifft sie im Leben der Tod
eines ihrer Kinder, in diesem Fall durch Durchfall. Er erklärt, dass sie vorher
Wasser aus einem nahen Tümpel oder in Gefäßen gesammeltes Regenwasser tranken.
Er beschreibt die Probleme mit dem Wasser, diese unendliche Trockenheit, und
fasst sie auf weise Art in einem Satz zusammen: „Wir leiden unser ganzes Leben
wegen dem Wasser“. Auch wissen sie bei all den Herausforderungen, der Trauer,
der Annahme von allem, was geschieht, dass alles Unebene und alles Gerade
letztendlich in eine einzige Richtung geht.
Fast zum Schluss des Gesprächs kommt seine Frau näher,
Albertina Polo. Sie kennen sich seit 30 Jahren. Sie bietet schüchtern
Kunsthandwerke an, die die Frauen der Familie mit dem „Chaguar“ gemacht haben,
einer Pflanze aus dem Gebiet, mit der sie Taschen, Verzierungen, Vorhänge
anfertigeni.
Aus dem Hintergrund überfällt eine gewisse Öde die Szene,
die sich um Eusebio und seine Familie andeutet. Sie stehen dort und fordern
Gerechtigkeit und Würde zurück, ohne ein Wort zu sagen.
Elena Calerno und ihre Familie leben in Pozo del Toba, in
einem 1969 von den Maristen-Brüder gebautem Haus auf einem gemeinschaftlichen
Grundstück nahe bei Nueva Pompeya. In ihre 59 Jahre ist der harte Lauf der Zeit
zu sehen. Sie hat neun Kinder und viele Enkel. Jetzt trinken sie Regenwasser,
das sie in der Zisterne aufbewahren, und ersetzen so das Wasser aus dem nahen
Tümpel, das ihnen so viele Probleme gebracht hat. Sie macht Kunsthandwerke aus Chaguar
und berichtet, dass sie sogar nach Entre Ríos gereist ist, um sie zu verkaufen,
und dass sie mit nur sechzig Pesos wieder zurückgekommen ist. „Es fehlen uns
Lebensmittel“, sagt sie uns, indem sie auf eine andere Antwort auf das
Ausbleiben von Politikern und Führungskräfte als das Schweigen von immer
setzt.
In der Ortschaft Palo Floral ist die Öde noch größer,
angefangen von den Schwierigkeiten des Weges, der sie mit der zehn Kilometer
weit gelegenen Nueva Pompeya verbindet. Um dorthin zu gelangen, muss ein
pfadartiger Weg eingeschlagen werden, der nicht mit normalen Autos zu
bewältigen ist. Es gibt dort fünf Häuser, in denen jeweils drei Familien
wohnen. Alle reden die Wichi-Sprache und nur wenige sprechen Spanisch; alle
gehen sie barfuß.
Misec González ist 70 Jahre alt, groß und faltig, er raucht
mit Zeitungspapier erfundene Zigaretten, hat zehn Kinder und lebt von der Jagd
im Busch. Wegen dem unzugänglichen Weg, war der Arzt länger unterwegs, als man
ihn einmal dringend für einen von ihnen wegen eines Schlangenbisses
brauchte.
Die Kinder gehen wegen der Abgelegenheit und den unmöglichen
Straßenverhältnissen nicht in die Schule. Sie teilen uns mit, dass ab und zu
jemand kommt, um die Lehmhütten zu desinfizieren und so die Vinchucas, eine Art
Raubwanzen, zu bekämpfen, was allerdings bis jetzt nicht erfolgreich gewesen
ist, denn zwei Personen am Ort haben die Chagas-Mazza-Krankheit. Auch sie haben
eine Zisterne, die 2006 von der Regierung gebaut wurde und in der sie
Regenwasser speichern.
Zwischen Baumstämmen, Pritschen, abgetragener Kleidung,
Hunden, u. a. fällt ein Kalender auf, der auf den Baumstämmen, die das Erddach
einer der Hütten tragen, aufgemalt worden ist. Auch diese Ortschaft ist voller
Kontraste, wo Sonnenpaneele auf einigen Häusern zu sehen sind, für die sie über
drei Jahre hinweg vielleicht 20 Pesos zahlen und 50 Pesos für das Einrichten.
Mehr jedoch als zuvor zeigen die Bilder, dass ihnen alle Alternativen verwehrt
sind, während sie jahrelang auf eine gute Gelegenheit warten.
Sauzalito ist ein noch abgelegener Ort im El Imprenetrable,
500 Kilometer von Resistencia, der Provinzhauptstadt, entfernt. Das Viertel
Puerta del Sol entstand aus der wilden dramatischen Abholzung des Buschs. In
primitiven Behausungen aus Stöcken, „Nylones“ und nicht gemachten Betten
verläuft das Leben dreier Familien (18 Erwachsene und 15 Kinder), die dort
einfach das harte Klima und die politische Vergessenheit ertragen.
Aniceto Segundo beklagt sich wegen seiner kranken
Wirbelsäule, die ihm nicht erlaubt zu arbeiten. Er wartet auf ein Häuschen,
vier mal drei Meter groß, vom Plan „Vivir mejor“ [„Besser leben“], so als ob
eine Verlosung sein tragisches Schicksal abwenden könnte. Er bekäme weder
Sozialleistungen noch keinerlei Lebensmittel, erklärt er, und dass die Hilfe
nur bis zum Zentrum der Kleinstadt kommen. Seine Kinder ernähren sich in der
Schule und die Erwachsenen von den Früchten und Tieren aus dem Busch.
Dort leben auch Calisto García und seine Familie. Einer
seiner sieben Kinder ist behindert, sieben Jahre alt und bewegt sich mühevoll
auf einem abgenutzten Rollstuhl durchs Leben. Er hat ein seltenes Gebrechen,
Glasknochenkrankheit genannt, die durch Mangel an Kalzium und Milch nur noch
schlimmer wird. Man spürt die Verlassenheit, wenn der Krankenwagen nicht kommt,
um ihn ins Spital zu bringen. Ein seltsamer fermentierter Kleister wartet
darauf, auf einem anscheinend nie ausgehenden Feuer gekocht zu werden, während
sie auf das Wasser warten, das ab und zu zum Auffüllen der Zisterne von der
Stadtverwaltung gebracht wird und das wegen der Trockenheit und der
Februarhitze schneller verdampft als normalerweise.
In der Nähe leben Dionisio Polo und seine Frau. Sie
erscheint wie in ein erlöstes Universum schauend, während sie mit Anstrengung
ihre schlaffe Hand hält. Nachts kommen die Vinchuca-Wanzen in Mengen raus, sagt
Dionisio. Sie alle haben die Chagas-Mazza-Krankheit, und wie um den Todeszyklus
zu schließen, behandeln sie die Ärzte im Spital nicht, wie es sich gehört.
„Arbeit gibt es keine“, sagt er, „wohl aber sehr viele Schwindeleien“. Dort, wo
Hände übereinander liegen und Erdstraßen blockiert werden, scheint das Leben
alles andere als einfach zu sein.
Joaquina lebt bei Dionisio um die Ecke. Es sind an die zehn
Menschen, die in dem Haus wohnen. Sie sammeln das Regenwasser in der Zisterne
und manchmal bringt die Stadtverwaltung auch etwas Wasser. Modesta ist ihre
Mutter, sie ist 74 harte Jahre alt und hat ernste Probleme mit dem Augen, die
die Ärzte anscheinend nicht bereit sind, zu lösen. Das Haus ist aus Lehm und an
Regentagen sowie auch nachts, wenn die Vinchuca-Wanzen heraus kommen, merkt
man, wie undicht es ist. Sie kommen nie, um die Behausung zu desinfizieren,
aber „wir sollen trotzdem die entsprechenden Papiere unterschreiben“, sagt
Joaquina.
Sie pflanzen etwas Kürbis, Mais und Wassermelone an, die
nicht zur täglichen Ernährung ausreichen. Es gibt keinen Samen, sie bekommen
nur sehr wenig davon im Jahr. Es gibt keinen elektrischen Strom im Gebiet und
die Korallenschlangen sind eine ständige Bedrohung. Sie versuchen sie zu verscheuchen, indem sie
Pockholz verbrennen. Früher gab man ihnen Nahrungsmittel in
Lebensmittelpaketen, die im Zentrum verteilt wurden; heute bekommen sie gar
nichts, denn die Verantwortlichen für die Verteilung scheinen zu beschäftigt zu
sein.
Joaquina weiß von dem -zigmal akzeptierten Betrug: Den schon
erwähnten Plan „Vivir mejor“ bekommen immer die Kreolen. Daran schon gewöhnt,
erzählt sie, wie eines ihrer Kinder, anderthalb Jahre alt, wegen einem kleinen
Moment der Unachtsamkeit im Wasserbrunnen ertrank. In diesem tiefen
Impenetrable ist der Augenblick entscheidend und der Tod, der seine Aufgabe nie
verschiebt, schaut öfter als normal vorbei.
Trotzdem ist nicht alles verloren. In letzter Zeit hat sich
all das jahrhundertelange Schweigen und die Unterjochung des Wichi-Volkes
überwältigend durch eine Reklamation in Form eines Gesuches gewendet, dass
etwas mehr als nur eine Prinzipienerklärung ist. In dem Gesuch wurde der Antrag
gestellt, die Ärzte aus dem Spital und der Friedensrichter Nueva Pompeyas wegen
Misshandlungen, Erniedrigungen und Verachtung gegen die Mitglieder des
Wichi-Volkes aus den Ämtern zu entfernen.
Die Landstraße wurde für sieben Tage von den Wichis
blockiert. Sie hatten genug von den Erniedrigungen und Ungerechtigkeiten. Die
Antwort der Regierung kam in Form von Lebensmittelpaketen und Zwangsurlaub für
die Ärzte des Spitals, die ihren Eid des Hippokrates vergessen hatten, um so
die Gemüter einer unterdrückten Gemeinde zu beruhigen.
Bis heute werden die Lebensmittelpakete nach einer von den Mitgliedern der Gemeinde
kontrollierten Familienliste verteilt. In dem Gesuch flehten sie um Gleichheit,
nach Recht auf Gesundheit, auf Medikamente, auf Bildung und Trinkwasser u.
a.
Eine Art Sieg der Wichi-Gemeinschaft platzt in diese
verkehrte Welt, die mit ihren für alles offene Augen eine Antwort
erwarten.
Wird es nur dabei bleiben oder kann es auch ein andereS Ende
geben?
Von Leda Giannuzzi (*) | In Roque Sáenz Peña, Argentinien
09.04.2009.
(*) Die Autorin dieses Artikels ist Dr. in Chemie, Mitglied
des Freien Lehrstuhls für Ernährungssouveränität.
http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4277
Text aus:
http://www.taringa.net/posts/info/2444273/Los-Wichi-del-Chaco-Argentino.html
Übersetzung ins Deutsche: Ruth Schwittay
Fotos:
https://www.google.com.ar/imgres?imgurl=http%3A%2F%2Fblog.guiaruralargentina.com%2Fwp-content%2Fuploads%2F2010%2F11%2Fparque-nacional-chaco-turismo-monte-humedo-el-impenetrable-guia-rural-argentina.jpg&imgrefurl=http%3A%2F%2Fwww.taringa.net%2Fcomunidades%2Fblanconegro%2F2618355%2FEl-cajon-flamenco-vuela-al-Impenetrable-Chaco-Argentina.html&docid=vFer0QsiKVU08M&tbnid=XmTmX1Krwj4prM%3A&w=630&h=400&ei=NKOrUbLCM9Lh0wGx8YCICA&ved=0CAIQxiAwAA&iact=rics
i Etwas mehr über die Anfertigung von Chaguartaschen, siehe
http://rschwittay.blogspot.com.ar/2013/05/de-donde-salen-las-yiscas.html