1 mar 2013


Rosa silvestre

Lucía era fotógrafa, viajaba por el mundo tratando de capturar momentos, instantes. Las fotos eran su refugio, la cámara su escudo, detrás de ella podía resguardarse y observar la vida: las tristezas y las alegrías de otros. Pero en realidad había escogido la soledad.

Años atrás había estado a punto de casarse con el hombre perfecto para su corazón. Se llamaba Héctor y era jardinero, amaba a las plantas pero el destino se interpuso y en una trágica madrugada le arrebato sus sueños. Desde la muerte de Héctor nadie más había hecho vibrar su corazón.

Su ilusión, volverse a enamorar. Su realidad, una inmensa soledad.

Vivía sola, ni mascotas ni plantas (por alguna extraña razón siempre morían). Sus vecinos Julio y Eduardo eran sus mejores amigos, sus confidentes. Pero ni siquiera ellos sabían de la rosa de los domingos.

Cada domingo a la mañana, al abrir la ventana de su dormitorio se encontraba con una rosa silvestre.  No podía imaginar cómo llegaba la flor a su  ventana. Ya que vivía en un décimo piso y no es muy sencillo escalar las paredes sin ayuda de cuerdas o andamios.

Pero todos los domingos le obsequiaban una perfumada rosa. ¿Quién podría ser? No había un hombre que se fijará en ella, o quizás no sabía leer las señales…

Pero igual era extraño, cada domingo una rosa. Cada domingo un misterio…

Por la calle caminando, mirando, escudriñando a los hombres. Pensando ¿quién? ¿cómo? ¿por qué? ¿desde cuándo?

Una noche estrellada, confesó sus incertidumbres a la Luna. Esperando que ella le ayude, pero la noche le respondió con una estrella fugaz. Aunque no supo si pedirle un deseo o tomarla como una señal…

El sábado siguiente se armó de valor, cargo la batería de la cámara de video y decidió esperar. El domingo se encontró con una hermosa rosa perfumada y la video sin batería. En las imágenes  no había hombres, ni andamios, ni cuerdas. No había nada, salvo un par de aves que trinaban.

Otra semana de incertidumbres, de dudas, de esperanza de ilusiones: ¿quién?, ¿cómo?, ¿por qué?

Llegó el verano, el calor, las noches estrelladas y el ansia del amor. Pero esa rosa semanal la llenaba de esperanzas, de ilusiones…

Un amanecer, un domingo con su amanecer de trasnochado sábado recibió la respuesta a sus plegarias; supo quién era su romeo enamorado, su misterioso y secreto admirador. 

Estaba sentada en su sillón, meditando sobre los misterios del amor, acariciando la foto de aquel a quien nunca pudo olvidar. De pronto, unos aleteos sobresaltan su corazón. Un trino, fuerte pero que seductoramente llevaba paz a sus latidos, endulzó poco a poco sus oídos. Cuando abrió los ojos se encontró con una hermosa rosa color carmín sobre su regazo, y un pájaro que nunca había visto en ninguno de sus viajes la observaba. Al pasar volando a su lado rozó con sus alas sus cabellos, y al voltearse Lucía para verlo salir por la ventana, ahogó un grito de sorpresa al ver en el reflejo de la ventana el rostro de Héctor que partía hacia el oriente en busca del sol…
Publicado por Lubel en:
Traducción al alemán: Ruth Schwittay


Heckenrose

Lucía war Fotografin, sie reiste oft um die ganze Welt und versuchte Momente, Augenblicke einzufangen. Fotos waren ihre Zuflucht, die Kamera ihr Schild, hinter dem sie sich in Sicherheit bringen und das Leben beobachten konnte: den Kummer und die Freuden von Anderen. Aber in Wirklichkeit hatte sie sich für die Einsamkeit entschieden.

Vor Jahren war sie nahe daran gewesen mit dem für ihr Herz perfekten Mann zu heiraten. Er hieß Héctor und war Gärtner gewesen, er liebte die Pflanzen, aber das Schicksal griff ein und entriss ihr ihre Träume an einem tragischen Morgengrauen. 

Seit Héctors Tod hatte niemand mehr ihr Herz schwingen lassen können.

Ihre Illusion, sich wieder zu verlieben. Ihre Realität, immense Einsamkeit.

Sie wohnte allein, weder Haustiere noch Pflanzen (aus irgendeinem seltsamen Grund gingen sie ihr immer ein). Ihre Nachbarn Julio und Eduardo waren ihre besten Freunde, ihre Vertrauten. Aber selbst sie wussten nichts von der Rose sonntags.

Jeden Sonntagmorgen, wenn sie das Fenster ihres Schlafzimmers öffnete, fand sie eine Heckenrose.  Sie konnte sich nicht vorstellen, wie die Blume wohl auf ihre Fensterbank kam. Sie wohnte im zehnten Stock und es ist nicht leicht, an den Wände ohne Hilfe von Seilen oder Gerüsten hochzuklettern. 

Aber jeden Sonntag wurde ihr eine duftende Rose geschenkt. Wer konnte es wohl sein? Es gab keinen Mann, der nach ihr schaute, oder vielleicht konnte sie die Anzeichen einfach nicht lesen...

Trotzdem war es seltsam; jeden Sonntag eine Rose. Jeden Sonntag ein Rätsel...

Wenn sie auf der Straße einherging, betrachtete sie die Männer. Dachte: Wer wohl? Wie? Warum? Seit wann?

In einer sternklaren Nacht gestand sie dem Mond ihre Zweifel. Sie dachte, dass er ihr vielleicht würde helfen können, aber die Nacht antwortete ihr mit einer Sternschnuppe. Sie konnte dabei aber weder einen Wunsch äußern noch sie als ein Vorzeichen nehmen...

Am nächsten Samstag wappnete sie sich, lud die Batterie der Videokamera auf und entschloss sich zu warten. Am Sonntag fand sie eine herrliche und duftende Rose, und die Videokamera ohne Batterie. Auf den Aufnahmen waren weder Männer noch Gerüste noch Seile. Nichts war dort, nur ein paar zwitschernde Vögel.

Wieder eine Woche voller Ungewissheit, Zweifel, Illusionshoffnungen: Wer? Wie? Warum?

Der Sommer kam, die Hitze, die sternklaren Nächte und das Verlangen nach Liebe. Diese wöchentliche Rose erfüllte sie voller Hoffnung, Illusionen...

An einem Morgengrauen, einem Sonntag in der Dämmerung des übernächtigten Samstags, erhielt sie die Antwort auf ihre Gebete; sie erfuhr, wer ihr verliebter Romeo, ihr rätselhafter und geheimer Verehrer war.  


Sie saß auf ihrem Sessel, meditierte über die Geheimnisse der Liebe, und streichelte dabei über das Foto dessen, den sie niemals hatte vergessen können. Auf einmal erschütterte ein Flattern ihr Herz. Ein Zwitschern, laut aber verlockend, brachte ihrem Herzklopfen Ruhe, versüßten nach und nach ihre Ohren. Als sie ihre Augen öffnete, fand sie eine herrliche karminrote Rose auf ihrem Schoss, und ein Vogel, den sie noch nie auf ihren Reisen gesehen hatte, beobachtete sie. Als er an ihr vorbei flog, berührte er ihr Haar mit seinen Flügeln, und als Lucía sich umdrehte, um zu sehen wie er aus dem Fenster flog, erstickte sie einen Schrei der Überraschung als sie im Fenster das Spiegelbild von Héctors Gesicht sah, der sich auf der Suche nach der Sonne in Richtung Osten auf den Weg machte...


Veröffentlicht von Lubel in:
Übersetzung ins Deutsche: Ruth Schwittay

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