1 ene 2013


Discurso de Pepe Mujica en Río

El discurso ya se está considerando histórico, Mujica habló ante una audiencia de mandatarios que con desgano escucharon las verdades brutales que les decía, recién a días del discurso, la prensa internacional y el mundo comienzan a tener en cuenta que no fue un simple discurso el que dijo el presidente uruguayo.

Autoridades presentes de todas la latitudes y organismos, muchas gracias. Muchas gracias al pueblo de Brasil y a su Sra. presidenta, Dilma Rousseff. Muchas gracias también, a la buena fe que han manifestado todos los oradores que me precedieron. Expresamos la íntima voluntad como gobernantes de apoyar todos los acuerdos que, esta, nuestra pobre humanidad pueda suscribir.

Sin embargo, permítasenos hacer algunas preguntas en voz alta.

Toda la tarde se ha hablado del desarrollo sustentable. De sacar las inmensas masas de la pobreza. ¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de desarrollo y de consumo que queremos es el actual de las sociedades ricas?

Me hago esta pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar?

Más claro: ¿tiene el mundo los elementos materiales como para hacer posible que 7 mil u 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será eso posible? ¿O tendremos que darnos otro tipo de discusión?

Hemos creado esta civilización en la que hoy estamos: hija del mercado, hija de la competencia y que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo. Pero la economía de mercado ha creado sociedades de mercado. Y nos ha deparado esta globalización, cuya mirada alcanza a todo el planeta.

¿Estamos gobernando esta globalización o ella nos gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía que basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?

No digo nada de esto para negar la importancia de este evento. Por el contrario: el desafío que tenemos por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis que tenemos no es ecológica, es política.

El hombre no gobierna hoy a las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre. Y a la vida. No venimos al planeta para desarrollarnos solamente, así, en general. Venimos al planeta para ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida. Esto es lo elemental.

Pero la vida se me va a escapar, trabajando y trabajando para consumir un “plus” y la sociedad de consumo es el motor de esto. Porque, en definitiva, si se paraliza el consumo, se detiene la economía, y si se detiene la economía, aparece el fantasma del estancamiento para cada uno de nosotros.

Pero ese híper consumo es el que está “agrediendo” al planeta. Y tienen que generar ese híper consumo, cosa de que las cosas duren poco, porque hay que vender mucho. Y una lamparita eléctrica, entonces, no puede durar más de 1000 horas encendida. ¡Pero hay lamparitas que pueden durar 100 mil horas encendidas! Pero esas no, no se pueden hacer; porque el problema es el mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos que sostener una civilización del “úselo y tírelo”, y así estamos en un círculo vicioso.

Estos son problemas de carácter político. Nos están indicando que es hora de empezar a luchar por otra cultura. No se trata de plantearnos el volver a la época del hombre de las cavernas, ni de tener un “monumento al atraso”. Pero no podemos seguir, indefinidamente, gobernados por el mercado, “sino que tenemos que gobernar al mercado”.

Por ello digo, en mi humilde manera de pensar, que el problema que tenemos es de carácter político. Los viejos pensadores –Epicúreo, Séneca y también los Aymaras– definían: “pobre no es el que tiene poco sino el que necesita infinitamente mucho”. Y desea más y más.

“Esta es una clave de carácter cultural”.

Entonces, voy a saludar el esfuerzo y los acuerdos que se hagan. Y lo voy acompañar, como gobernante. Sé que algunas cosas de las que estoy diciendo “rechinan”. Pero tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado.
Y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir.

Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de recursos naturales para vivir. En mi país hay poco más de 3 millones de habitantes. Pero hay unos 13 millones de vacas, de las mejores del mundo. Y unos 8 o 10 millones de estupendas ovejas. Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es una penillanura y casi el 90% de su territorio es aprovechable.

Mis compañeros trabajadores, lucharon mucho por las 8 horas de trabajo. Y ahora están consiguiendo las 6 horas. Pero el que tiene 6 horas, se consigue dos trabajos; por lo tanto, trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque tiene que pagar una cantidad de cosas: la moto, el auto, cuotas y cuotas y cuando se quiere acordar, es un viejo al que se le fue la vida. Y uno se hace esta pregunta: ¿ese es el destino de la vida humana? ¿Solamente consumir?

Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor a la tierra, del cuidado a los hijos, junto a los amigos. “Y tener, sí, lo elemental”.

Precisamente, porque es el tesoro más importante que tenemos. Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama “felicidad humana”.
Foto:  
https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=209259962544957&id= 178887795504094



Pepe Mujica's Rede in Rio:

Die Rede ist schon in die Geschichte eingegangen. Mujica sprach vor Führungskräften, die die brutalen Wahrheiten, die er ihnen sagte, nur mit Widerwillen hörten, und erst jetzt, Tage nach der Rede, beginnt die internationale Presse und die Welt zu merken, dass es nicht einfach eine Rede war, die der uruguayische Präsident da geäußert hat:

Anwesende Obrigkeiten aller Breitengrade und Organismen, vielen Dank. Vielen Dank an das Volk Brasiliens und an seine Frau Präsidentin, Dilma Rousseff. Ich danke auch ganz herzlich dem guten Glauben, den alle Redner vor mit geäußert haben. Wir drücken als Regierende unseren persönlichen Willen aus, alle Abkommen zu unterstützen, die diese unsere arme Menschlichkeit unterzeichnen kann.

Nichtsdestotrotz, erlauben Sie uns, einige Fragen laut auszusprechen.

Den ganzen Nachmittag über wurde von nachhaltiger Entwicklung gesprochen. Davon, riesige Massen aus der Armut zu holen. Was schwebt uns dabei durch unsere Köpfe? Ist das Entwicklungs- und Konsummodell, das wir erreichen wollen, das Heutige der reichen Gesellschaften?

Ich stelle mir diese Frage: Was würde diesem Planeten widerfahren, wenn die Hindus dasselbe Verhältnis an Autos pro Familie hätten, wie die Deutschen? Wie viel Sauerstoff bliebe uns zum Atmen übrig?

Deutlicher: Verfügt die Welt über die materiellen Elemente, damit überhaupt die Möglichkeit besteht, dass 7 oder 8 Milliarden Menschen denselben Konsum- und Vergeudungsgrad erreichen können, wie die westlichen Wohlstandsgesellschaften? Wird dies möglich sein? Müssen wir uns nicht einer anderen Diskussion stellen?

Wir haben diese Zivilisation geschaffen, in der wir heute leben: Sie ist die Tochter des Marktes, Tochter des Wettbewerbs und hat uns einen ungeheuren und explosiven Fortschritt beschert. Aber die Marktwirtschaft hat Marktgesellschaften erzeugt. Und hat uns diese Globalisierung gegeben, deren Blick sich über den ganzen Planeten erstreckt.

Regieren wir eigentlich diese Globalisierung oder regiert sie uns? Kann man von Solidarität sprechen und davon, dass „wir alle zusammen“ in einer Wirtschaft sind, die auf rücksichtslosen Wettbewerb gegründet ist? Wie weit reicht unsere Geschwisterlichkeit?

Nichts von dem, was ich hier sage, soll die Bedeutung dieser Veranstaltung leugnen. Im Gegenteil: Die Herausforderung, die uns bevorsteht, hat eine kolossale Größenordnung und die große Krise, in der wir stecken, ist nicht ökologisch, sondern politisch.

Der Mensch regiert heute nicht mehr die Kräfte, die er ausgelöst hat, sondern die von ihm ausgelösten Kräfte regieren den Mensch. Und das Leben. Wir kommen nicht auf diesen Planeten, nur um uns zu entwickeln, so, im Allgemeinen. Wir kommen auf diesen Planeten, um glücklich zu sein. Denn das Leben ist kurz und läuft uns davon. Und kein Gut ist mehr wert als das Leben. Das ist das Wesentliche.

Aber das Leben entläuft mir, indem ich arbeite und arbeite, um ein „Plus“ zu konsumieren und die Konsumgesellschaft ist der Motor dazu. Denn letztendlich, wenn der Konsum gebremst wird, stoppt die Wirtschaft, und wenn die Wirtschaft gestoppt wird, erscheint das Gespenst der Stagnation für jeden Einzelnen von uns.

Aber dieser Hiper Konsum ist es, der den Planeten „angreift“. Und so müssen sie diesen Hiper Konsum erzeugen, so dass die Dinge nur kurz halten, denn es muss viel verkauft werden. Und eine elektrische Glühbirne darf also nicht über mehr als 1000 Brennstunden halten. Es gibt aber Glühbirnen, die 100 Tausend Brennstunden halten! Aber diese nicht, diese kann man nicht machen; denn das Problem ist der Markt, denn wir müssen arbeiten und müssen eine Zivilisation des „Gebrauchen-und-Wegwerfens“ aufrechtzuerhalten, und so befinden wir uns in einem Teufelskreis.

Dies sind Probleme politischen Charakters. Wir werden darauf hingewiesen, dass es Zeit ist, den Kampf für eine andere Kultur zu beginnen. Es geht nicht darum, wieder zurück in die Zeiten des Höhlenmenschen zurückzukehren, auch nicht darum, ein „Monument der Rückschrittlichkeit“ zu erstellen. Aber wir können nicht auf unbestimmte Zeit vom Markt regiert werden, „sondern müssen den Markt regieren“.

Darum sage ich, in meiner bescheidenen Denkart, dass unser Problem von politischem Charakter ist. Alte Denker –Epikur, Seneka und auch die Aymaras– definierten: „Arm ist nicht, der wenig besitzt, sondern der unendlich viel braucht“. Und der sich mehr und immer mehr wünscht.

„Dies ist ein Schlüssel kulturellen Charakters“.

So werde ich also die Anstrengungen und die Abkommen begrüßen, die gemacht werden. Und werde sie als Regierender begleiten. Ich weiß, dass einige Dinge, die ich sage, „knirschen“. Aber wir müssen begreifen, dass die Krise des Wassers und des Angriffs auf die Umwelt nicht der Grund sind. Der Grund ist das Zivilisationsmodell, das wir geschaffen haben. Und was wir überprüfen müssen, ist unsere Lebensart.

Ich gehöre zu einem kleinen Land, gut ausgestattet mit Naturschätzen zum Leben. In meinem Land gibt es etwas mehr als 3 Millionen Einwohner. Aber es gibt um die 13 Millionen Kühe, von den Besten weltweit. Und um die 8 oder 10 Millionen wunderbarer Schafe. Mein Land exportiert Lebensmittel, Milchprodukte und Fleisch. Es ist eine Fastebene und beinahe 90 % der Fläche ist nutzbar.

Meine Arbeitskumpel haben viel für die 8-Stunden-Arbeitszeit gekämpft. Und jetzt erreichen sie gerade den 6 Stunden-Arbeitstag. Aber wer 6 Stunden hat, besorgt sich zwei Arbeitsstellen; er arbeitet also mehr als vorher. Warum? Weil er eine Menge Sachen bezahlen muss: Das Motorrad, das Auto, Raten und Raten, und ehe er sich versieht, findet er sich als ein Alter wieder, dem das Leben davongelaufen ist. Und da stellt man sich diese Frage: Ist dies das Schicksal des menschlichen Lebens? Nur konsumieren?

Diese Sachen, die ich sage, sind grundlegend: Die Entwicklung kann nicht gegen das Glück gehen. Sie muss für das menschliche Glück sein; für die Liebe zur Erde, für die Betreuung der Kinder, mit Freunden. „Und, ja, das Wesentliche aufweisen“.

Eben deshalb, weil es der bedeutendste Schatz ist, den wir haben. Wenn wir für die Umwelt kämpfen, müssen wir daran denken, dass das erste Element der Umwelt „menschliches Glück“ heißt.
Für noch so eine Krise wie diese!
Übersetzung: Ruth Schwittay
Foto: http://kaosenlared.net/america-latina/item/42024-video-discurso-de-pepe-mujica-en-r%C3%ADo-%2020.html 

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